Había una vez un gran roble
Floreciente allá en un prado
Con los restos de algún nido
Allí en sus ramas colgado
¡Cómo había aminorado!
Los fuertes rayos de Febo
Para dar fresco cobijo
Al viajero acalorado
Mas el tiempo, que es cruel
Le fue poco a poco minando
Y su tronco firme y recio
Se terminó vaciando
Pero se sintió feliz
Notó a unos niños trepando
Con sus caritas risueñas
Por sus huecos asomando
En sus cabellos dorados
Brillaban como diademas
Las telarañas que en ellos
Se habían depositado
Te convirtieron en brasas
Mas tus cenizas volaron
Con las risas de los niños
Que por tu tronco treparon